Con los ojos cerrados anhelo la presencia.
La presencia que asoma por llanto contenido
entre los tiesos ojos de sombras sin sentido
que los duendes venustos no guardan apariencia.
Temprano a la mañana busco con insistencia
el témpano celeste que rejuvenecido
se fue con las estrellas a un horizonte herido
para ser
maravilla, levedad de la esencia.
Senderos de palabras allí no se trafican.
Jamás yo te he perdido que fuera lo perdido
un puñado de rosas de sabrosos olores.
Al tocar con mis manos ellas todo lo explican.
Colocaré las
flores en el huerto encendido
entre las mariposas me darán sus candores.
Amalia